Extracto de la entrevista titulada Laurence Golborne: “No soy un héroe”, realizada con fecha 9 de octubre por el diario El Mercurio. Selección de preguntas y respuestas relacionadas con el accidente en la mina San José y con la participación del Ministro en esta tragedia.
-¿Qué ha aprendido de todo esto?
-Yo tenía previstos varios escenarios: no llegar nunca; llegar y que no hubiese nadie; llegar y que estuvieran todos muertos o heridos graves imposibles de sacar; llegar y que estuvieran todos vivos, etc. Pero nunca se me imaginó el escenario que me encontré cuando tomé el teléfono, en la primera conexión. Habla el ministro Laurence Golborne, ¿con quién hablo yo? "Ah sí, momentito que le paso al jefe". Eso me descolocó. Que estuvieran así de enteros psicológicamente, así de organizados, que la primera pregunta fuera si los otros estaban bien. Yo pensé que escucharía gritos de desesperación, sáquennos de aquí, o que estarían enfermos. No sé. Nunca esperé personas tan enteras emocionalmente. Que hubieran racionado los tarros de atún para estar ahí dos meses, en lugar de pelearse en una situación tan límite. Esa es una enseñanza para el mundo entero.
-¿A quién se le ocurrió que usted sería el héroe de los mineros de San José, ¿a Piñera o a usted?
-(Se pone muy serio) No soy ningún héroe, en primer lugar. En los casos de negocios en la Universidad de Harvard nunca se escriben antes, sino después. No se planifican en ese minuto. Los acontecimientos fueron así: el Presidente me invita por un par de días a Ecuador por un asunto de cooperación en materia minera, y a Colombia por la asunción del Presidente Santos. Cuando llegué al hotel, como a las 10 de la noche, veo un mensaje de texto del subsecretario diciendo "33 mineros atrapados mina Tercera Región". Lo llamo, no se sabía nada más. Le pido que se vaya al lugar a la mañana siguiente y se informe bien. Le conté al Presidente y me dijo que era complicado, que me volviera a Chile. A la mañana siguiente, le doy más información y reafirma que debo irme. Me costó volver de Quito a Santiago y sólo llego en la noche, vía Lima. Era viernes. Tomo un avión de la FACh y llego a la mina San José, como a las 3 de la mañana. Me encuentro con fogatas improvisadas y con las familias por todas partes. Ya estaban ahí el subsecretario de Minería y la ministra del Trabajo. Habían llegado equipos de rescate de todas las compañías mineras, que es lo que se hace normalmente. Estaban haciendo el rescate tradicional: entrar por la boca de la mina, ver lo que está bloqueado, y llegar a los mineros. Se habían encontrado con la roca y estaban tratando de entrar por la chimenea. Hablo con ellos. Había un poco de desorden. Nosotros como gobierno estábamos solamente observando y viendo cómo ayudar, porque el tema era de la empresa privada. Ahí me reúno por primera vez con las familias que estaban en un nivel de desesperación horrible y en calidad de ministro del ramo me comprometo a estarles informando...
-¿A raíz de qué toma el liderazgo de la operación misma, si no era su rol?
-Es un tema de personalidad, supongo. Porque cuando veo que hay una pelota dando bote en una cancha, alguien tiene que tomarla, hacer un par de pases y meter el gol. Yo no puedo estar esperando que me digan que lo haga. Me interioricé de la complejidad técnica, estaban además los dueños de la mina muy involucrados, no es como se cree que ellos se habían mandado cambiar, no. Ahí empezamos a preguntarnos si podían estar vivos, si había que mandarles aire... Ahí empiezo a llamar para conseguir maquinaria de sondaje, porque se hacía difícil la llegada de los rescatistas. Mi jefa de gabinete, que es muy eficiente, consiguió la primera máquina que llegó esa noche del sábado, con todo el equipo de personas."Nadie durmió esa noche, tampoco las siguientes. A las 3 de la tarde se bloquea la chimenea de ventilación, porque empieza a caer material y los dos rescatistas que iban primero casi pierden la vida. Salen de la mina frustrados y choqueados; significaba que el único camino rápido estaba cerrado. Que ya no serían horas para sacarlos; serían días. Ahí abracé a Pedro, el rescatista que casi muere, y se me cayeron lágrimas por primera vez. La chimenea se había llevado las esperanzas. No sabíamos si ellos tendrían aire para resistir hasta buscar otra solución".
-Ahí fue a hablar con las familias y se produjo una polémica cuando usted se quebró, con las cámaras encima.
-No me gusta decir que me quebré. Quebrarse es cuando uno baja los brazos, cuando el espíritu se quiebra. No me quebré. Me emocioné mucho, y por una razón directa. Estaba hablando con ellos, diciéndoles que las cosas se complicaban, y vi al frente a una mujer joven que se le llenan los ojos de lágrimas, sin histeria ni desesperación, con una pena tan profunda que sin dejar de mirarme caían a borbotones las lágrimas sin llanto. No pude seguir hablando.
Es esa la cancha donde la pelota empieza a dar bote. Ya sin chimeneas, no hay soluciones habituales. Los dueños de la mina se dan vuelta en redondo y tratan de aportar planos y papeles que suenan inútiles en el apuro. Golborne toma la pelota y recurre al gigante de la minería. Llama a Gerardo Jofré, presidente del directorio de Codelco. Necesitaba al mejor equipo en minería subterránea del país para ingresar por otro lado al posible refugio. La respuesta es André Sougarret, quien llega con el Presidente Piñera en su avión. Ahí se organiza esta nueva etapa de rescate, difícil y arriesgada. Pero se establece un orden definitivo: ni los familiares ni los periodistas pueden ir a la mina, se les instala un campamento con grandes carpas rusas; las máquinas se empiezan a instalar en diferentes partes del cerro para intentar entrar por tres lados distintos; los carabineros ponen su retén y guardan el orden de esta pequeña ciudad.
-¿Y qué tiene que hacer aquí la Policía de Investigaciones?
-Al principio no sabíamos cuántos eran los mineros atrapados. Algunos decían que había varios ilegales. Le pedí al prefecto Miranda que me certifique y me cuadre la información de la empresa, las familias y los compañeros de trabajo. No nos podíamos arriesgar a que no cuadraran las cifras como nos pasó con el terremoto. En pocas horas, la PDI me entregó toda la información de cada uno de los 33 mineros.
A las 48 horas del derrumbe, el ministro Golborne llamó al Presidente y le explicó en la etapa complicada en que estaban entrando. "¿Están vivos?", le preguntó y el ministro le explicó que no había una certeza. Piñera le dio carta blanca para hacer todo lo que fuera necesario.
-En esos días, el horror estaba justamente en el trabajo a ciegas que hacían decenas de expertos y la maquinaria más escasa en el mundo. Los sondajistas también pidieron una de las perforadoras a Australia, a pesar de la lentitud con que llegaría. Nadie preguntaba ni siquiera quién pagaría. Era el tiempo de las donaciones, venía una empresa canadiense a manipular la torre petrolera; otras compañías extranjeras mandaban cheques por miles de dólares pidiendo anonimato. De hecho, un tercio del costo total de esta operación está compuesto por donaciones privadas.
-En ese momento, ¿creyó realmente que podían estar vivos?
-Bajé ese lunes; con André Sougarret bajamos cuatro kilómetros por la mina. Ahí comprobé que, poniendo la mano sobre la chimenea, a 355 metros de profundidad, había circulación de aire. A los 4 kilómetros ya uno se encontraba con la roca gigante, que mide 135 metros por 100 metros por 30 de profundidad. Había aire, pero no sabíamos si los mineros estaban en ese lugar. Habíamos escuchado a todo tipo de mentalistas, expertos, videntes... Porque me lo pidieron las familias y yo no me quería cerrar a lo que me propusieran. Una noche escuchamos a una que decía, "yo veo a 16 hombres vivos, los veo golpeando sus herramientas, veo heridos, hay uno con las piernas aplastadas que pide ayuda, veo muertos. Apúrense en sacarlos, porque morirán todos". Era muy dramático todo eso en una noche fría y oscura. Pero cuando sentí una gota de aire en la palma de mi mano por esa chimenea, y André me explicó que no había habido airblast, una explosión que destruye todo a su paso, pensé que podían estar vivos. Lo que era complicado era apuntarle a un lugar muy pequeño a 700 metros de profundidad. Pero no podía decirles a los familiares que toda la ingeniería chilena no era capaz de llegar a ellos. Me preocupaba mucho que pasara un mes y siguiéramos haciendo sondajes que no le achuntaran.
-¿Cómo fue el momento cuando supo que estaban vivos?
-(Sonríe, como agradecido de tener que recordar ese instante sobre todo los demás). Había dos tiros del sondaje que parecían ir bien, después de un par de fracasos. Pero hubo un problema en el martillo y se iban a demorar en cambiarlo, por lo cual decidí irme a dormir. Eran las dos de la mañana. A esas alturas ya dormía unas horas en un hotel en Bahía Inglesa. Era el día 17. A las seis me despertaron, "llegamos", me dijeron. Y nunca he sido más feliz. Sentí un alivio de saber que ya tenía una respuesta para las familias. Aunque nos encontráramos con el refugio destruido y nadie vivo. Ya habíamos logrado llegar. En media hora estaba en la mina y sentimos los golpes, leves y lejanos. Pero no podíamos decir nada, yo recordaba mis clases de mecánica de ondas, y no podía asegurar que fueran ellos. En esos días de altos y bajos, las familias me grababan lo que yo decía, porque tenían desconfianza. No podía aventurarme con ellos. Ya habíamos logrado crear un vínculo: todos compartíamos el dolor. Y el dolor une mucho. Entonces llegó el tubo con pintura roja y luego el papel que todos conocen.Al Presidente Piñera ya le había avisado temprano en la mañana, cuando él estaba viviendo la muerte de su suegro. Quedaron de volver a llamarlo cuando estuvieran más seguros. Pero Piñera se fue a la mina antes de escuchar la confirmación. Y llegó momentos después de encontrado el mensaje. El resto lo vimos todos en la tele.
-En esos días, el horror estaba justamente en el trabajo a ciegas que hacían decenas de expertos y la maquinaria más escasa en el mundo. Los sondajistas también pidieron una de las perforadoras a Australia, a pesar de la lentitud con que llegaría. Nadie preguntaba ni siquiera quién pagaría. Era el tiempo de las donaciones, venía una empresa canadiense a manipular la torre petrolera; otras compañías extranjeras mandaban cheques por miles de dólares pidiendo anonimato. De hecho, un tercio del costo total de esta operación está compuesto por donaciones privadas.
-En ese momento, ¿creyó realmente que podían estar vivos?
-Bajé ese lunes; con André Sougarret bajamos cuatro kilómetros por la mina. Ahí comprobé que, poniendo la mano sobre la chimenea, a 355 metros de profundidad, había circulación de aire. A los 4 kilómetros ya uno se encontraba con la roca gigante, que mide 135 metros por 100 metros por 30 de profundidad. Había aire, pero no sabíamos si los mineros estaban en ese lugar. Habíamos escuchado a todo tipo de mentalistas, expertos, videntes... Porque me lo pidieron las familias y yo no me quería cerrar a lo que me propusieran. Una noche escuchamos a una que decía, "yo veo a 16 hombres vivos, los veo golpeando sus herramientas, veo heridos, hay uno con las piernas aplastadas que pide ayuda, veo muertos. Apúrense en sacarlos, porque morirán todos". Era muy dramático todo eso en una noche fría y oscura. Pero cuando sentí una gota de aire en la palma de mi mano por esa chimenea, y André me explicó que no había habido airblast, una explosión que destruye todo a su paso, pensé que podían estar vivos. Lo que era complicado era apuntarle a un lugar muy pequeño a 700 metros de profundidad. Pero no podía decirles a los familiares que toda la ingeniería chilena no era capaz de llegar a ellos. Me preocupaba mucho que pasara un mes y siguiéramos haciendo sondajes que no le achuntaran.
-¿Cómo fue el momento cuando supo que estaban vivos?
-(Sonríe, como agradecido de tener que recordar ese instante sobre todo los demás). Había dos tiros del sondaje que parecían ir bien, después de un par de fracasos. Pero hubo un problema en el martillo y se iban a demorar en cambiarlo, por lo cual decidí irme a dormir. Eran las dos de la mañana. A esas alturas ya dormía unas horas en un hotel en Bahía Inglesa. Era el día 17. A las seis me despertaron, "llegamos", me dijeron. Y nunca he sido más feliz. Sentí un alivio de saber que ya tenía una respuesta para las familias. Aunque nos encontráramos con el refugio destruido y nadie vivo. Ya habíamos logrado llegar. En media hora estaba en la mina y sentimos los golpes, leves y lejanos. Pero no podíamos decir nada, yo recordaba mis clases de mecánica de ondas, y no podía asegurar que fueran ellos. En esos días de altos y bajos, las familias me grababan lo que yo decía, porque tenían desconfianza. No podía aventurarme con ellos. Ya habíamos logrado crear un vínculo: todos compartíamos el dolor. Y el dolor une mucho. Entonces llegó el tubo con pintura roja y luego el papel que todos conocen.Al Presidente Piñera ya le había avisado temprano en la mañana, cuando él estaba viviendo la muerte de su suegro. Quedaron de volver a llamarlo cuando estuvieran más seguros. Pero Piñera se fue a la mina antes de escuchar la confirmación. Y llegó momentos después de encontrado el mensaje. El resto lo vimos todos en la tele.
-Cuando el Presidente le da carta blanca, ¿en el fondo le dice no se fije en gastos, déle no más?
-No, aquí él se ha fijado muy bien en los gastos, cada uno ha sido considerado. Pero lo que en el fondo me dijo es que una vida humana no tiene precio. Él no ponderó las consecuencias políticas, porque la posibilidad de un fracaso era alta. Fue muy valiente al jugársela desde el minuto cero.
-¿Cuánto va a costar esta operación?
-Muchos millones de dólares. El Presidente sabrá cuándo le comunicará la cifra a la opinión pública.
-Cuando explota este caso, el terremoto desaparece de los medios. Y esa gente sigue sin casa, agua o luz. ¿Por qué el Gobierno se fijó tanto en esos gastos y con los mineros no ha escatimado esfuerzo?
-Son cosas muy distintas. Primero porque en el plano material es muy distinto. Si aquí se gastarán algunos millones de dólares, para el terremoto se requieren miles de millones de dólares. Y segundo, porque una cosa es reponer a las personas su casa o su trabajo y otra es salvar una vida.
-Cuando explota este caso, el terremoto desaparece de los medios. Y esa gente sigue sin casa, agua o luz. ¿Por qué el Gobierno se fijó tanto en esos gastos y con los mineros no ha escatimado esfuerzo?
-Son cosas muy distintas. Primero porque en el plano material es muy distinto. Si aquí se gastarán algunos millones de dólares, para el terremoto se requieren miles de millones de dólares. Y segundo, porque una cosa es reponer a las personas su casa o su trabajo y otra es salvar una vida.
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